Piensa en Jesucristo — Argentina

Jesús es la persona central y más importante de la historia. Él y sus enseñanzas son el fundamento de la fe cristiana. Aunque su vida fue relativamente corta, transformó la historia de la humanidad y la marcó de tal forma que quedó dividida en antes de Cristo y después de Cristo.

Aunque Jesús fue hombre, jamás cometió un pecado durante su vida en la tierra. Fue el único que vivió sin pecado. Jesucristo fue más que un hombre, un gran maestro o una figura histórica. La Biblia dice que Él es el Hijo de Dios. El nombre Cristo significa “el ungido”.

Jesús fue un gran maestro que habló y enseñó sobre el Reino de Dios. Hizo muchos milagros y mostró cuán grande es el amor de Dios por la humanidad.

¿Qué es la fe? Fe es creer cuando no podés verlo. Las personas suelen decir “ver para creer”, pero Dios dice exactamente lo contrario: “creer para ver”. Hay cosas que nunca vas a ver si antes no las creés.

La Biblia nos dice “La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”

Muchas personas dicen que creerían en Dios o en Jesús si pudieran verlo. Pero mientras mantengan un corazón incrédulo, nunca podrán ver a Dios aunque esté justo al lado, hablándoles y enseñándoles. El Reino de los Cielos es una realidad que solo podemos esperar si tenemos una fe verdadera.

Cuando Dios vino a esta tierra como hombre hace dos mil años, se apareció a muchas personas que decían que creerían si lo veían. Les explicó las Escrituras que los líderes religiosos no podían entender. Sin embargo, aunque lo vieron, no creyeron en Él.

“Nada sucede hasta que alguien cree que es posible”.

Jesús vivió una vida humilde. No buscó fama ni recibió honores. Al nacer fue puesto en un pesebre y creció en un pueblo pequeño, Nazaret, donde aprendió el oficio de la carpintería. Por eso se lo llama Jesús de Nazaret.

Jesús vivió entre nosotros para que pudiéramos ver a Dios con nuestros ojos, tocarlo con nuestras manos, hablarle con nuestros labios, escucharlo con nuestros oídos y compartir nuestra vida con Él. Hizo todo esto para que aprendiéramos a ser como Él, el Hijo de Dios.

Jesús vino a la tierra hace más de dos mil años para salvarnos de los pecados que nos separan de Dios. Tuvo el poder de restaurarnos y reconciliarnos con Él. Por eso se lo llama el Cristo: el ungido de Dios.

Porque gracias a Jesús podemos ser hijos de Dios. Él nos enseñó cómo vivir, amar, reír y ser aceptados ante los ojos de nuestro Padre celestial.

Al morir en la cruz, Jesús pagó el precio de nuestros pecados e hizo un camino para que vivamos con Dios para siempre. Murió por nosotros voluntariamente. Creemos en su promesa de vida eterna porque resucitó de entre los muertos y hoy está vivo. Él quiere ser tu Salvador y tu amigo fiel.

Debemos confiar y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. La Biblia dice:
“Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).
“Si confesás con tu boca que Jesús es el Señor y creés en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

¿De qué lado estás? ¿Con Cristo o sin Él?

Hoy tu vida y tu destino puede cambiar, si decides aceptar a Cristo como tu Salvador, y pedirle que entre en tu vida y te ayude.

¿Cómo le pido eso? Simplemente sigue estos pasos:

• Admití tu necesidad. Reconocé que eres una persona pecadora que está alejada de Dios.
• Decidí apartarte de tus pecados. Arrepentite, y cambiá.
• Creé que Jesús murió por vos en la cruz y resucitó. Si ponés tu fe en esto, podés ser salvo por esa fe.
• Orá o pedile a Jesús que te ayude a guiar tu vida por medio del Espíritu Santo. Si recibís el perdón de Dios y le reconocés como Señor y Salvador, Dios te regala la vida eterna. Simple, pero verdadero

Te sugerimos esta oración para aceptar a Cristo como tu Salvador:

“Querido Dios: Sé que soy un pecador y te pido perdón.
Creo que Jesucristo es tu Hijo. Creo que Él murió por mis pecados y que Vos lo resucitaste.
Quiero confiar en Él como mi Salvador y seguirlo como Señor desde este día en adelante.
Guiá mi vida y ayudame a hacer tu voluntad.
Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.”